La democracia supone que los ciudadanos somos libres, no tenemos dueño. Los funcionarios no son dueños del Estado, sino servidores públicos. Algunos de esos funcionarios tienen una legitimidad especial: son electos por el pueblo, pero no para ser “dueños”, sino para ser “administradores”, para trabajar al servicio de la sociedad.
¿Qué sucede cuando los funcionarios electos, o sus parientes, o los funcionarios por ellos designados se creen que son -y actúan como si fueran- los dueños de la vida, la libertad, la propiedad, los derechos de la población? Si las instituciones y la sociedad reaccionan y se ponen en marcha los límites constitucionales para evitar los abusos, la democracia y las libertades están protegidas . Pero si las instituciones no reaccionan eficientemente y la sociedad mira para otro lado y tolera por indiferencia o por miedo, en ese caso la democracia está en riesgo y con ella las libertades y derechos de todos.
La historia está llena de ejemplos en los que personajes autoritarios, desequilibrados, ambiciosos y atropelladores han avanzado porque la sociedad los dejó, pensando que “no era para tanto”, que “no se animarían a pasar los límites de la ley, o del sentido común”, que “alguien más -siempre otro- reaccionaría y pondría las cosas en su lugar”, “que mejor no hacer enojar al poderoso”, en fin, “que atacaron al vecino, pero no vendrían por mí”. Cuando eso pasó, sufrieron todos.
La seguridad jurídica no es sólo asunto de empresarios e inversores, sino una cuestión que nos afecta a todos . ¿Qué sucedería si el gobierno otorgara viviendas de los planes sociales y luego -pasados 44 años- el funcionario de turno se presentara (con o sin guantes de box) al grito de “El dueño soy yo”? La sociedad reaccionaría, habría piquetes y cortes de ruta.
Se hablaría del atropello.
¿Qué pasaría si una maestra entrara a la escuela (con o sin guantes de box) al grito de “la dueña soy yo” y empezara a revolver papeles, quitarles los cuadernos a los alumnos e incluso golpear a alguno? Los padres reaccionarían, las autoridades educativas suspenderían inmediatamente a la docente y declararían que “llegarían hasta las últimas consecuencias”.
Sería un escándalo.
¿Qué ocurriría si algún funcionario de segunda línea del Ministerio de Educación entrara en una universidad nacional (con matones o sin ellos) al grito de “El dueño es mi jefe” y empezara a echar profesores y nombrar a sus guardaespaldas como catedráticos? La comunidad reaccionaría y diría que el tipo está loco, los estudiantes cortarían las calles y las autoridades legítimas pedirían el auxilio de la policía para restablecer la razón.
Sería un escándalo .
Cada uno de los ciudadanos debería reflexionar: ¿cuál sería su reacción si mañana se presentara un funcionario público en su casa al grito de “El dueño soy yo” y empezara a revisar papeles, gritara a la abuela y empujara a los niños, revisara las habitaciones y las asignara a sus secuaces y luego se llevara la llave de otras? ¿Se quedaría usted callado y tranquilo? ¿Cómo reaccionaría si un funcionario al grito del “El dueño soy yo” entrara en el bar donde está tomando un café y le quitara el diario que está leyendo y le dijera que no debe leer ese diario? ¿Se quedaría usted callado y quieto? Es hora de que la sociedad se dé cuenta de que en la Argentina entraron ya en la casa del vecino.
Dra. Delia Ferreira Rubio (Abogada. Miembro del "Board de Transparency International") / Diario "Clarín" (2010).
La historia está llena de ejemplos en los que personajes autoritarios, desequilibrados, ambiciosos y atropelladores han avanzado porque la sociedad los dejó, pensando que “no era para tanto”, que “no se animarían a pasar los límites de la ley, o del sentido común”, que “alguien más -siempre otro- reaccionaría y pondría las cosas en su lugar”, “que mejor no hacer enojar al poderoso”, en fin, “que atacaron al vecino, pero no vendrían por mí”. Cuando eso pasó, sufrieron todos.
La seguridad jurídica no es sólo asunto de empresarios e inversores, sino una cuestión que nos afecta a todos . ¿Qué sucedería si el gobierno otorgara viviendas de los planes sociales y luego -pasados 44 años- el funcionario de turno se presentara (con o sin guantes de box) al grito de “El dueño soy yo”? La sociedad reaccionaría, habría piquetes y cortes de ruta.
Se hablaría del atropello.
¿Qué pasaría si una maestra entrara a la escuela (con o sin guantes de box) al grito de “la dueña soy yo” y empezara a revolver papeles, quitarles los cuadernos a los alumnos e incluso golpear a alguno? Los padres reaccionarían, las autoridades educativas suspenderían inmediatamente a la docente y declararían que “llegarían hasta las últimas consecuencias”.
Sería un escándalo.
¿Qué ocurriría si algún funcionario de segunda línea del Ministerio de Educación entrara en una universidad nacional (con matones o sin ellos) al grito de “El dueño es mi jefe” y empezara a echar profesores y nombrar a sus guardaespaldas como catedráticos? La comunidad reaccionaría y diría que el tipo está loco, los estudiantes cortarían las calles y las autoridades legítimas pedirían el auxilio de la policía para restablecer la razón.
Sería un escándalo .
Cada uno de los ciudadanos debería reflexionar: ¿cuál sería su reacción si mañana se presentara un funcionario público en su casa al grito de “El dueño soy yo” y empezara a revisar papeles, gritara a la abuela y empujara a los niños, revisara las habitaciones y las asignara a sus secuaces y luego se llevara la llave de otras? ¿Se quedaría usted callado y tranquilo? ¿Cómo reaccionaría si un funcionario al grito del “El dueño soy yo” entrara en el bar donde está tomando un café y le quitara el diario que está leyendo y le dijera que no debe leer ese diario? ¿Se quedaría usted callado y quieto? Es hora de que la sociedad se dé cuenta de que en la Argentina entraron ya en la casa del vecino.
Dra. Delia Ferreira Rubio (Abogada. Miembro del "Board de Transparency International") / Diario "Clarín" (2010).