31 ago 2010

Sin violencia.

A través de distintos roles (letrado, docente, comunicador social...) promuevo la deconstrucción de muros que nos distancian de los demás y, simultáneamente, la extensión de puentes que posibiliten un diálogo que conlleva esperanza y crecimiento integral de todos y todas.
En este marco, resulta obvia mi adhesión personal al "Decenio para superar la violencia" (2001-2010) propiciado por el CMI (Consejo Mundial de Iglesias), así como sucede con la ONG "Asuntos de Familia" que dirijo.
Que podamos convertirnos en hacedores de la paz. En todo sitio, momento y circunstancia.
En este mismo blog están publicados otros post relacionados con esta cuestión.

26 ago 2010

Funcionarios que se creen dueños.

La democracia supone que los ciudadanos somos libres, no tenemos dueño. Los funcionarios no son dueños del Estado, sino servidores públicos. Algunos de esos funcionarios tienen una legitimidad especial: son electos por el pueblo, pero no para ser “dueños”, sino para ser “administradores”, para trabajar al servicio de la sociedad.
¿Qué sucede cuando los funcionarios electos, o sus parientes, o los funcionarios por ellos designados se creen que son -y actúan como si fueran- los dueños de la vida, la libertad, la propiedad, los derechos de la población? Si las instituciones y la sociedad reaccionan y se ponen en marcha los límites constitucionales para evitar los abusos, la democracia y las libertades están protegidas . Pero si las instituciones no reaccionan eficientemente y la sociedad mira para otro lado y tolera por indiferencia o por miedo, en ese caso la democracia está en riesgo y con ella las libertades y derechos de todos.
La historia está llena de ejemplos en los que personajes autoritarios, desequilibrados, ambiciosos y atropelladores han avanzado porque la sociedad los dejó, pensando que “no era para tanto”, que “no se animarían a pasar los límites de la ley, o del sentido común”, que “alguien más -siempre otro- reaccionaría y pondría las cosas en su lugar”, “que mejor no hacer enojar al poderoso”, en fin, “que atacaron al vecino, pero no vendrían por mí”. Cuando eso pasó, sufrieron todos.
La seguridad jurídica no es sólo asunto de empresarios e inversores, sino una cuestión que nos afecta a todos . ¿Qué sucedería si el gobierno otorgara viviendas de los planes sociales y luego -pasados 44 años- el funcionario de turno se presentara (con o sin guantes de box) al grito de “El dueño soy yo”? La sociedad reaccionaría, habría piquetes y cortes de ruta.
Se hablaría del atropello.
¿Qué pasaría si una maestra entrara a la escuela (con o sin guantes de box) al grito de “la dueña soy yo” y empezara a revolver papeles, quitarles los cuadernos a los alumnos e incluso golpear a alguno? Los padres reaccionarían, las autoridades educativas suspenderían inmediatamente a la docente y declararían que “llegarían hasta las últimas consecuencias”.
Sería un escándalo.
¿Qué ocurriría si algún funcionario de segunda línea del Ministerio de Educación entrara en una universidad nacional (con matones o sin ellos) al grito de “El dueño es mi jefe” y empezara a echar profesores y nombrar a sus guardaespaldas como catedráticos? La comunidad reaccionaría y diría que el tipo está loco, los estudiantes cortarían las calles y las autoridades legítimas pedirían el auxilio de la policía para restablecer la razón.
Sería un escándalo .
Cada uno de los ciudadanos debería reflexionar: ¿cuál sería su reacción si mañana se presentara un funcionario público en su casa al grito de “El dueño soy yo” y empezara a revisar papeles, gritara a la abuela y empujara a los niños, revisara las habitaciones y las asignara a sus secuaces y luego se llevara la llave de otras? ¿Se quedaría usted callado y tranquilo? ¿Cómo reaccionaría si un funcionario al grito del “El dueño soy yo” entrara en el bar donde está tomando un café y le quitara el diario que está leyendo y le dijera que no debe leer ese diario? ¿Se quedaría usted callado y quieto? Es hora de que la sociedad se dé cuenta de que en la Argentina entraron ya en la casa del vecino.
Dra. Delia Ferreira Rubio (Abogada. Miembro del "Board de Transparency International") / Diario "Clarín" (2010).




22 ago 2010

Poder olvidar es tan importante como poder recordar.


El olvido es quizás el aspecto más prominente de la memoria. Podemos contar toda nuestra infancia y adolescencia (aun siendo estas etapas en las cuales vivimos aspectos críticos de nuestras vidas) en no más de unas horas. Aunque durante ese tiempo hayamos aprendido a hablar, a caminar, a experimentar el calor de nuestros padres, el amor, la tristeza y la amistad, lo olvidamos casi todo.
En el célebre cuento de Borges, “Funes el memorioso”, lo que se pone en cuestión no es tanto lo que el pobre Ireneo era capaz de recordar, sino, más bien, lo que era incapaz de olvidar. O mejor, su imposibilidad de transformar los vastos recuerdos en pensamiento (“ Pensar , dice el narrador, es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer” ).
Ireneo Funes no podía pasar por alto lo irrelevante, ni establecer asociaciones, ni construir ideas generales de las cosas. Para los seres humanos, poder olvidar es tan importante como poder recordar.
Si nuestro sistema nervioso no hubiese desarrollado mecanismos para evitar formar ciertas memorias irrelevantes y para intentar olvidar algunas otras, sería difícil no sucumbir en un estilo de vida como el de Funes.
Algunos olvidos son intencionales , establecidos por sistemas inhibitorios en el cerebro para suprimir memorias. En un estudio reciente de la Universidad de Stanford, se observó a través de neuroimágenes que cuando se pedía a los participantes que activamente suprimieran ciertas memorias, había una gran activación de la corteza prefrontal (la parte más anterior de nuestro cerebro) y una menor activación del hipocampo (una estructura que es central para la consolidación de nuevas memorias). Estos mecanismos inhibitorios comparten estructuras con los mecanismos involucrados en la inhibición de los movimientos : por ejemplo, si vemos que una maceta está por caerse del marco de la ventana, tendemos a intentar atraparla, pero podemos inhibir ese movimiento si nos damos cuenta de que la planta es un cactus.
“Otros olvidos son producidos por nuestro cerebro por cuenta propia sin que le pidamos nada; el cerebro se encarga de tornar inaccesible la evocación de ciertas memorias”, dice Iván Izquierdo, un gran investigador argentino.
Esto no ocurre con memorias asociadas a emociones intensas.
Todos recordamos qué estábamos haciendo cuando se sucedieron los ataques a las Torres Gemelas de Nueva York en el 2001 y, sin embargo, apenas podemos recordar la tarde de ayer.
Múltiples experimentos han demostrado que las memorias asociadas a una carga emocional intensa logran una mejor consolidación , puesto que dichas emociones disparan cascadas químicas y fisiológicas en nuestro organismo que favorecen la formación de nuevas memorias. Esto último ha permitido el desarrollo de originales líneas de investigación destinadas al tratamiento de pacientes con estrés postraumático.
En el cuento de Borges, Ireneo Funes le confiesa al narrador: “Mi memoria, señor, es como un vaciadero de basuras”. En el sabio provecho del recuerdo de ese pasado en el presente -eso que Funes el memorioso no pudo lograr- se encuentra una de las claves de nuestro futuro
Facundo Manes / Director del Instituto de Neurología Cognitiva (NECO) y del Instituto de Neuciencias de la Universidad Favaloro, en Argentina / "Clarín" (2010).

18 ago 2010

Dios mío, tu iglesia… Padre nuestro.



Dios mío, Padrenuestro que estás en los cielos, ¿cuántas cosas que has escuchado ya a través de estos siglos? En esta oración necesito poner, especialmente, en tus manos al cuerpo de ministros de la iglesia, junto con cada una de las personas que pone todo lo mejor de si para ayudar a la iglesia, que está a tu servicio, al servicio de los demás, junto a tantas personas que participan y celebran su fe. Santificado sea tu nombre.

¡Dios amoroso, te necesitamos tanto! Laicos y ministros nos enfrentamos unos con otros porque exigimos que la otra persona haga las cosas como cada uno cree que la otra persona las tiene que hacer, porque yo lo digo, porque yo mando, porque sí, porque es así, porque yo estoy para esto, porque así es como se hacen las cosas en la iglesia, o incluso decimos, porque así es como Dios hace las cosas, ¿por qué somos tan cobardes que te hacemos responsable de todo nuestro pecado y nuestra maldad? Venga a nosotros tu reino.

Dios de vida, somos intolerantes, irrespetuosos, autoritarios. Perdón, Dios de misericordia, porque cada persona cree que defiende tu voluntad, tu verdad, tu causa, y cada persona lucha por poner en práctica su forma entender tu palabra en nuestro mundo, cada persona cree que la iglesia con la que sueña es la iglesia con la que vos soñás, cada persona hace lo que quiere y lo mejor que le viene en gana. Perdón, por tanta falta de afecto y tanta necesidad de protagonismo. Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo.

Dios de paz, perdón porque nos refugiamos en la ley, en las actas, en los estatutos, en los reglamentos, porque no dialogamos, porque no podemos sentarnos a charlar juntos, porque no nos tenemos respeto, porque no podemos abrazarnos, porque tenemos miedo, porque no sabemos cuanto tiempo mas vamos a tener trabajo, ¿por qué vivimos tan lejos del evangelio de tu hijo Jesucristo? El pan nuestro de cada día dánoslo hoy.

Dios fiel y sincero, manifiesta tu Espíritu Santo entre nosotros con la fuerza de un huracán para que nos levante del piso firme de nuestras seguridades personales, nuestros egoísmos, nuestras hipocrecías, nos muestre lo que somos y cómo somos, para que cada una de nuestras debilidades y pecados sea motivo de enriquecimiento como cuerpo al trabajar sobre ellas, al ponerlas sobre la mesa, al exponernos a la mirada de la otra persona, al reconocer lo que nos pasa y decir lo que sentimos, al dejarnos supervisar y revisar en marco del amor y el respeto de lo unos por los otros, al pedir perdón y dejarnos perdonar a la luz de tu mensaje de vida eterna. Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.

Dios paciente, ayudanos a escucharnos, a dejarnos hablar, a pedirnos perdón, a decirnos las cosas, a administrar la palabra, los sacramentos, y especialmente el perdón, entre nosotros. Jesús hermano, tus lágrimas, tu dolor, tu pasión, tu convicción y tu muerte nos dan fuerzas pero también nos fortalecen a cada uno y cada una en sus propias lágrimas, en nuestros dolores, en nuestras pasiones, en nuestras convicciones, en nuestras enfermedades, en la muerte. No nos dejes caer en tentación.

Señor viviente, tu cruz nos da esperanza pero también nos divide, a unos los afianza en su resignación y en su encierro, a otros los involucra de lleno en las pasiones cotidianas de la vida de la gente convencidos de ser pequeños Cristos caminando entre las rutinas de la gente, ¿pero cuántas veces cada uno justifica su propio dolor, sus propias razones, su propia frustración y tristeza consolándose con tus sufrimientos y tu soledad? Dios justo, solamente vos tenés la última palabra y nosotros tenemos el amor, incluso por encima de la fe y la esperanza, como única vara para medir todas las cosas. Más líbranos del mal.

Dios querido, perdón porque estamos divididos por nuestras formas de entender tu Palabra, porque entendemos de forma distinta la función de la iglesia, pensamos de forma diferente sobre cómo llevar adelante nuestros ministerios, porque somos portadores de los malestares, prejuicios y conflictos de nuestras comunidades y de las instancias de decisión en las que participamos en la institución. No es el hecho de que pensemos, creamos y vivamos de manera diferente lo que me preocupa, es el hecho de que no sepamos aceptarnos por ser distintos lo que me angustia. Dios creador, permite que podamos ayudar a nuestras comunidades a conversar sin comprar los discursos incondicionalmente, a revisar cada historia, y especialmente, ayudanos a no hacernos cargo de forma personal e individual, en soledad, de procesos que necesita elaborar nuestra sociedad, en los que necesitamos participar como comunidad, como parte del pueblo para cambiar n uestro mundo, aunque la historia permanezca eternamente en tus manos, porque así vamos a crecer como cristianos, como iglesia, en el testimonio, en la vida de fe, en la comunión. Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria, por los siglos de los siglos. Amén.

Jorge Weishein
Red de liturgia del CLAI
2009

Tengo un sueño.


Estoy orgulloso de reunirme con ustedes hoy, en la que será ante la historia la mayor manifestación por la libertad en la historia de nuestro país.
Hace cien años, un gran estadounidense, cuya simbólica sombra nos cobija hoy, firmó la Proclama de la emancipación. Este trascendental decreto significó como un gran rayo de luz y de esperanza para millones de esclavos negros, chamuscados en las llamas de una marchita injusticia. Llegó como un precioso amanecer al final de una larga noche de cautiverio. Pero, cien años después, el negro aún no es libre; cien años después, la vida del negro es aún tristemente lacerada por las esposas de la segregación y las cadenas de la discriminación; cien años después, el negro vive en una isla solitaria en medio de un inmenso océano de prosperidad material; cien años después, el negro todavía languidece en las esquinas de la sociedad estadounidense y se encuentra desterrado en su propia tierra.
Por eso, hoy hemos venido aquí a dramatizar una condición vergonzosa. En cierto sentido, hemos venido a la capital de nuestro país, a cobrar un cheque. Cuando los arquitectos de nuestra república escribieron las magníficas palabras de la Constitución y de la Declaración de Independencia, firmaron un pagaré del que todo estadounidense habría de ser heredero. Este documento era la promesa de que a todos los hombres, les serían garantizados los inalienables derechos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.
Es obvio hoy en día, que Estados Unidos ha incumplido ese pagaré en lo que concierne a sus ciudadanos negros. En lugar de honrar esta sagrada obligación, Estados Unidos ha dado a los negros un cheque sin fondos; un cheque que ha sido devuelto con el sello de "fondos insuficientes". Pero nos rehusamos a creer que el Banco de la Justicia haya quebrado. Rehusamos creer que no haya suficientes fondos en las grandes bóvedas de la oportunidad de este país. Por eso hemos venido a cobrar este cheque; el cheque que nos colmará de las riquezas de la libertad y de la seguridad de justicia.
También hemos venido a este lugar sagrado, para recordar a Estados Unidos de América la urgencia impetuosa del ahora. Este no es el momento de tener el lujo de enfriarse o de tomar tranquilizantes de gradualismo. Ahora es el momento de hacer realidad las promesas de democracia. Ahora es el momento de salir del oscuro y desolado valle de la segregación hacia el camino soleado de la justicia racial. Ahora es el momento de hacer de la justicia una realidad para todos los hijos de Dios. Ahora es el momento de sacar a nuestro país de las arenas movedizas de la injusticia racial hacia la roca sólida de la hermandad.
Sería fatal para la nación pasar por alto la urgencia del momento y no darle la importancia a la decisión de los negros. Este verano, ardiente por el legítimo descontento de los negros, no pasará hasta que no haya un otoño vigorizante de libertad e igualdad.
1963 no es un fin, sino el principio. Y quienes tenían la esperanza de que los negros necesitaban desahogarse y ya se sentirá contentos, tendrán un rudo despertar si el país retorna a lo mismo de siempre. No habrá ni descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta que a los negros se les garanticen sus derechos de ciudadanía. Los remolinos de la rebelión continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que surja el esplendoroso día de la justicia.
Pero hay algo que debo decir a mi gente que aguarda en el cálido umbral que conduce al palacio de la justicia. Debemos evitar cometer actos injustos en el proceso de obtener el lugar que por derecho nos corresponde. No busquemos satisfacer nuestra sed de libertad bebiendo de la copa de la amargura y el odio. Debemos conducir para siempre nuestra lucha por el camino elevado de la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nuestra protesta creativa degenere en violencia física. Una y otra vez debemos elevarnos a las majestuosas alturas donde se encuentre la fuerza física con la fuerza del alma. La maravillosa nueva militancia que ha envuelto a la comunidad negra, no debe conducirnos a la desconfianza de toda la gente blanca, porque muchos de nuestros hermanos blancos, como lo evidencia su presencia aquí hoy, han llegado a comprender que su destino está unido al nuestro y su libertad está inextricablemente ligada a la nuestra. No podemos caminar solos. Y al hablar, debemos hacer la promesa de marchar siempre hacia adelante. No podemos volver atrás.
Hay quienes preguntan a los partidarios de los derechos civiles, "¿Cuándo quedarán satisfechos?"
Nunca podremos quedar satisfechos mientras nuestros cuerpos, fatigados de tanto viajar, no puedan alojarse en los moteles de las carreteras y en los hoteles de las ciudades. No podremos quedar satisfechos, mientras los negros sólo podamos trasladarnos de un gueto pequeño a un gueto más grande. Nunca podremos quedar satisfechos, mientras un negro de Misisipí no pueda votar y un negro de Nueva York considere que no hay por qué votar. No, no; no estamos satisfechos y no quedaremos satisfechos hasta que "la justicia ruede como el agua y la rectitud como una poderosa corriente".
Sé que algunos de ustedes han venido hasta aquí debido a grandes pruebas y tribulaciones. Algunos han llegado recién salidos de angostas celdas. Algunos de ustedes han llegado de sitios donde en su búsqueda de la libertad, han sido golpeados por las tormentas de la persecución y derribados por los vientos de la brutalidad policíaca. Ustedes son los veteranos del sufrimiento creativo. Continúen trabajando con la convicción de que el sufrimiento que no es merecido, es emancipador.
Regresen a Misisipí, regresen a Alabama, regresen a Georgia, regresen a Louisiana, regresen a los barrios bajos y a los guetos de nuestras ciudades del Norte, sabiendo que de alguna manera esta situación puede y será cambiada. No nos revolquemos en el valle de la desesperanza.
Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño "americano".
Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: "Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales".
Sueño que un día, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos dueños de esclavos, se puedan sentar juntos a la mesa de la hermandad.
Sueño que un día, incluso el estado de Misisipí, un estado que se sofoca con el calor de la injusticia y de la opresión, se convertirá en un oasis de libertad y justicia.
Sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad.
¡Hoy tengo un sueño!
Sueño que un día, el estado de Alabama cuyo gobernador escupe frases de interposición entre las razas y anulación de los negros, se convierta en un sitio donde los niños y niñas negras, puedan unir sus manos con las de los niños y niñas blancas y caminar unidos, como hermanos y hermanas.
¡Hoy tengo un sueño!
Sueño que algún día los valles serán cumbres, y las colinas y montañas serán llanos, los sitios más escarpados serán nivelados y los torcidos serán enderezados, y la gloria de Dios será revelada, y se unirá todo el género humano.
Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la cual regreso al Sur. Con esta fe podremos esculpir de la montaña de la desesperanza una piedra de esperanza. Con esta fe podremos trasformar el sonido discordante de nuestra nación, en una hermosa sinfonía de fraternidad. Con esta fe podremos trabajar juntos, rezar juntos, luchar juntos, ir a la cárcel juntos, defender la libertad juntos, sabiendo que algún día seremos libres.
Ese será el día cuando todos los hijos de Dios podrán cantar el himno con un nuevo significado, "Mi país es tuyo. Dulce tierra de libertad, a tí te canto. Tierra de libertad donde mis antesecores murieron, tierra orgullo de los peregrinos, de cada costado de la montaña, que repique la libertad". Y si Estados Unidos ha de ser grande, esto tendrá que hacerse realidad.
Por eso, ¡que repique la libertad desde la cúspide de los montes prodigiosos de Nueva Hampshire! ¡Que repique la libertad desde las poderosas montañas de Nueva York! ¡Que repique la libertad desde las alturas de las Alleghenies de Pensilvania! ¡Que repique la libertad desde las Rocosas cubiertas de nieve en Colorado! ¡Que repique la libertad desde las sinuosas pendientes de California! Pero no sólo eso: ! ¡Que repique la libertad desde la Montaña de Piedra de Georgia! ¡Que repique la libertad desde la Montaña Lookout de Tennesse! ¡Que repique la libertad desde cada pequeña colina y montaña de Misisipí! "De cada costado de la montaña, que repique la libertad".
Cuando repique la libertad y la dejemos repicar en cada aldea y en cada caserío, en cada estado y en cada ciudad, podremos acelerar la llegada del día cuando todos los hijos de Dios, negros y blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, puedan unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro: "¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Gracias a Dios omnipotente, ¡somos libres al fin!"
Dr. Martin Luther King (Jr). Premio Nobel de la Paz. Pastor de la iglesia bautista que desarrolló una labor crucial en Estados Unidos al frente del Movimiento por los derechos civiles para los afroamericanos y que, además, participó como activista en numerosas protestas contra la Guerra del Vietnam y la pobreza en general. Discurso leído en las gradas del Lincoln Memorial durante la histórica Marcha, en Washington DC, el día 28 de Agosto de 1963.