29 abr 2011

Los Nadies (Audio, poster y texto).


Mientras escribo estas breves líneas, escucho la canción de Silvio Rodriguez: "La era está pariendo un corazón", en la (conmovedora, por lo menos para mí) versión de Cristina Fernández/Washington Carrasco.
En la década de 1970, cuando era adolescente -en una época de Argentina (otra más) políticamente bastante destemplada y con muchos interrogantes económicos, en un contexto mundial muy convulsionado y de distintas búsquedas-, leía con fruición la revista "Crisis" donde, entre otros intelectuales, participaba el escritor uruguayo Eduardo Galeano. Duró relativamente poco ese proyecto editorial. Era peligroso promover la observación, el pensamiento crítico, el debate.
En este marco, me (re)encontré hace cierto tiempo con su texto "Los Nadies" y decidimos compartirlo con los oyentes del programa de radio que en ese momento tenía nuestra ONG ("Asuntos de Familia") en la FM 102.3...
"Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata".

Esta línea de sensaciones/pensamientos/imágenes me vuelve a confrontar con la projimidad... y surgen otra vez ciertos interrogantes para plantear-me y plantear-te:
-¿Qué políticas públicas diseñan/ejecutan los Estados de la región para proveer contextos más idóneos a los fines que todos/todas vivamos con dignidad?
-¿Qué modo de percibir y (re)pensar la realidad nos proponen los medios de comunicación?
-¿Qué voz ética levantan las iglesias para advertir de tantas situaciones de oprobio que deterioran a las personas y les invalidan la posibilidad de crecer integralmente?
-¿Reconocemos que en nuestro derredor hay muchos "Nadies" que necesitan de nosotros?
"Debo dejar la casa y el sillón... por cualquier hombre del mundo", repite la canción precitada. Es así. Inmediatamente.
Bendiciones.


2 abr 2011

"Juan López y John Ward" (poema de Jorge L. Borges, 1985).


Ese 2 de Abril estaba en la ciudad de La Plata, preparando mi inminente casamiento y observaba silenciosamente la exaltación del Gobierno militar, la población y el periodismo por la ocupación de las olvidadas Islas Malvinas. Las consecuencias de esa veleidosa estupidez geopolítica consistió en cientos de muertos (y, todavía, ex-combatientes estigmatizados) y la pronta terminación de la dictadura en 1983. En este contexto, siempre me agradó leer y debatir con mis alumnos el poema de J. L. Borges...
"Les tocó en suerte una época extraña. 
El planeta había sido parcelado en
distintos países, cada uno provisto de lealtades,
de queridas memorias, de un pasado
sin duda heroico, de derechos, de agravios,
de una mitología peculiar, de próceres de
bronce, de aniversarios, de demagogos y de 
símbolos. Esa división, cara a los cartógrafos,
auspiciaba las guerras.
López había nacido en la ciudad junto al
río inmóvil; Ward, en las afueras de la ciudad
por la que caminó Father Brown.
Había estudiado castellano para leer el Quijote.
El otro profesaba el amor de Conrad, que
le había sido revelado en un aula 
de la calle Viamonte.
Hubieran sido amigos, pero se vieron 
una sola vez cara a cara, en unas 
islas demasiado famosas, y cada 
uno de los dos fue Caín,
y cada uno, Abel.
Los enterraron juntos. La nieve 
y la corrupción los conocen.
El hecho que refiero pasó en 
un tiempo que no podemos entender".