13 nov 2010

Las campanas... tocan por vos y por mí.



Desde mi adolescencia el tañido -lánguido, melancólico, trascendente- de las campanas de las iglesias me impacta de un modo especial. Recientemente, la parroquia próxima a mi casa (en el centro comercial de la calle Güemes, posiblemente el más top de la ciudad de Mar del Plata-BA, Argentina) hace sonar las suyas con regularidad. Entonces, las escucho asiduamente. Los otros (y las otras)… ¿también las advertirán? ¿O estarán demasiado ensimismados en sus propios pensamientos, situaciones de vida, y relativizarán esos signos?

Inadvertidamente, recordé ciertas lecturas de esa época… En este post quería mencionar que el Premio Nobel de Literatura Ernest Hemingway (1899-1961) utilizó un verso de las "Devociones para ocasiones emergentes" del poeta inglés del siglo 17, John Donne -que dice que la humanidad entera está unida y que si le pasa algo a alguien es como si pasara a todos-, como título para su mítica novela (y subsiguiente película) sobre la guerra civil española: "Por quién doblan las campanas". 


"Pensamos que la vida es más vida con poder, 
y el poder es una escalera de deberes, 
donde el deber primero es amar el amor, 
el primer paso en la pirámide de la existencia. 
Creemos que la vida es un beso interminable 
que nos merecemos y, cuando nos damos cuenta, 
se nos ha ido la vida sin haber dado ni las gracias. 
Atrapados en los labios de la nada de un todo, 
el tiempo circunscribe e inscribe nuestros andares. 
Un tiempo que descubre la verdad de lo que somos, 
los recuerdos vividos en el bosque de las esencias, 
esencias que dieron luz al libro de la conciencia. 
Sobre el cielo negro de la muerte, 
soledad nos mira, el silencio reposa el desespero, 
el preludio de un sueño nos espera, 
la eternidad nos aguarda, aunque la tierra nos olvide. 
Por ello, cuando la expiración nos llegue, 
ya dormidos, abrazándonos al Padre, 
nuestro cuerpo labial dejará de hablar 
este lenguaje de tronos endemoniados 
y de lenguas a imperios anclados; 
pero la inmortal alma, ya purificada, 
seguirá hablando al mundo 
por los poros de la poesía y por los ojos del cielo. 
Nadie es una isla completo en sí mismo; 
cada hombre es un pedazo del continente, 
una parte de la tierra; 
si el mar se lleva una porción de tierra, 
toda Europa queda disminuida 
como si fuera un promontorio, 
o la casa de uno de sus amigos, o la tuya propia; 
la muerte de cualquier hombre me disminuye, 
porque estoy ligado a la humanidad; 
y por consiguiente, nunca preguntes 
por quién doblan las campanas; 
doblan por ti".